La vida es un espacio de tiempo muy limitado. Curiosamente todos estamos formados de polvo de estrellas (entre 13.761 y 13.835 millones de años). Compartimos temores, alegrías, penas y algunos momentos de felicidad imborrables. Yo recuerdo cuando comencé mi experiencia como investigador en la Clínica "Puerta de Hierro" y emprendimos la emoción de los trasplantes de órganos en España. Recuerdo mis tiempos de penurias, de dolor, cuando fracasábamos, cuando una vida continuaba, cuando fui olvidado. Recuerdo cuando renací en nuevas profesiones y aventuras -demasiadas para ser citadas aquí-. No olvido mis orígenes y no temo mi final. Si buscáis una buena historia jamás la busquéis en mi.
Sé que no sé nada aunque algunos se empeñen en que sé algo. Sé que importa lo que
cada mañana al levantarme me propongo como importarme y que solo
consigo en contadas ocasiones. Tampoco es demasiado importante no llegar. Si importa el
camino recorrido.
Sé que de alguna
manera (unas merecidas y otras menos), quiero a mi gente y la gente me quiere.
Importa lo
que soy, lo que siento, lo que me hace feliz, lo que me duele. No importa si
gusta o no. No importa la gente que amo sin saberse amada. No importa que,
llegado el otoño de mi vida, la hoja caiga y nadie la recoja para usarla como
separador de páginas de un libro hermoso. No importa que la hoja se pise, que
se embarre. Importa para mi haberos compartido entre la locura y la más
extremas de las corduras (esa que tortura siempre). Importa haberos
acariciado sin tocaros. Importa haberos escuchado sin oíros.
Importa miraros sin haberos visto.
Importa la
esperanza de que alguna vez, si os acodáis de mi, una sonrisa se
dibuje en vuestra boca y que de vuestra boca vaya a otra boca de un total
desconocido...ser solo una sonrisa, una más, siempre bella,
siempre reconfortante, siempre vuestra.
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