sábado, 7 de marzo de 2020

ENTREGAR EL ALMA

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Alguien ha hecho el esfuerzo de explicarle su vida a un extraño e intentar que la entienda, que se interese por ella y que, de alguna manera, te ayude a gestionarla por razón de que a tí mismo se te escapa como la arena entre los dedos.
Es un acto salvaje de animal herido, un abandonarse a otro sin reservas por mantener la dignidad de ser, la belleza de existir. Es un acto que nos sobrepasa porque es el único acto, la madera a la que agarrarse en un naufragio del ser, el cobijo en dónde refugiarse de la tormenta infinita del alma. Entregarse a una luz que se lleve cualquier sombra de duda sobre lo que te honra y te pertenece por derecho.
Tal vez ninguno o tal vez sólo unos pocos hayais comprendido de lo que van estas líneas. Van sobre el valor y la fuerza necesaria como para decidir ser acompañado por una psicóloga en tu viaje al interior de tí mismo. De un viaje duro y al tiempo reconfortante. Duro por la necesidad de la pérdida de cualquier pudor que el alma pueda contener. Reconfortante por sentirse acompañado en el viaje hacia tí a pesar de las sombras del camino sintiendo que una mano te dirige hacia un destino largamente buscado sin acierto.
Afortunadamente no sufro de ningúna alteración de la mente que me tenga en vilo. No hay ansiedad, depresión, paranoia, ni nada parecido. Pienso que muchos trastornos psicológicos están sobrevalorados. Mi mente es quizá mi mayor valor, una herramienta inestimable aunque su complejidad me arrastre a un entrenamiento continuo sobre su funcionamiento, su evolución Padezco de lo que yo llamo el "síndrome del espejo roto". Un estado en el que el espejo me devuelve una imagen que no se corresponde con lo que espero, que merece mejorar a pesar de que parezca inmejorable, una imagen que sufre mientras que el original se deshace manteniendo la compostura, una imagen que pelea mientras que el original busca una tregua consigo mismo, una imagen incompleta que se merece pegar cada trozo del espejo para verse reflejada completa, con todo su valor y toda su belleza. Una imagen que, aunque generosamente valorada por todos, pide a gritos la devolución de su propia identidad a pesar de la posibilidad de perder reconocimientos y aprecio. Una imagen que desea que lo que le deben se empate con lo debido. Una imaben en paz, generosa y dulce como corresponde a la edad de quien la proyecta. Una imagen fuerte, confiada de sí y confiable para todos.
En ello estoy, un viaje maravilloso hacia dentro de mí mismo de la mano de alguien a quien he ofrecido la confianza de alcanzar juntos a vislumbrar la completitud de algo único, yo mismo y, junto a esto, el disfrute de lo único que me pertenece por derecho, el tiempo. 
Sé que algún día perderé la calidez de la mano que soporta el farol que me ilumina el camino y que cuando parta pondrá el farol en mi mano y podré caminar sólo alumbrado con mi propia luz. La luz del farol que siendo mío necesité que me sujetase por un tiempo.